martes, 5 de abril de 2016

Kurt Cobain, Ángel y Demonio


Querido Kurt:

Hoy hace veintidós años que te has ido y una tormenta de sensaciones se apodera de mí.

Parece que fue ayer cuando un 5 de abril de 1994, con catorce años, me enteré de que ya no compondrías ninguna nueva canción. Que ya no podría verte en directo, que nunca más… nada. Si te soy sincero te odié. Y te sigo odiando.

Te odio cada vez que pienso en que me has dejado solo. Cada vez que pienso en todo lo que podrías haber hecho, las obras de arte que se han quedado perdidas en el purgatorio.

Cada vez que me imagino como serías ahora, con cuarenta y nueve años, seguramente con algún kilo de más y con menos pelo (como tu amigo Novoselik). Te odio cada vez que veo a tu amigo Dave con sus 'Foo Fighters', a los 'Red Hot Chili Peppers' y todos los de tu quinta, porque tú no estás ahí.


Pero sabes que te odio por pura rabia y tristeza. Porque te echo de menos.

Me emociono cada vez que miro a Frances, tu Frances “bean”, porque cada vez que veo una foto suya, te veo reflejado en sus ojos. Esos ojos tristes, llenos de rabia y fuerza.

En estos años han pasado muchas cosas. Me he hecho mayor. He cumplido treinta y seis años, edad a la que tú no llegaste y sigo sin creerme que una persona haya hecho tanto en tan poco tiempo y haya podido marcar a tanta gente. Siempre has estado ahí poniéndole la banda sonora a mis buenos y malos momentos. He reído a ritmo de “Smell like teen spirit” y también he llorado con “Something in the way” de fondo.

Por cierto, he estado en Seattle para conocer el lugar donde empezó todo para ti. Fui con la idea de que esa ciudad sería “Cobainlandia”.

Yo iba con mi camiseta de “Nirvana” pensando que habría un monumento dedicado a ti, por haber hecho que esa ciudad fuera el eje central de un movimiento. Pensé que todos irían con el pelo largo, desgreñado, con vaqueros desgastados y rotos. Pero no, no fue así. Parecía que nunca habías pasado por allí. Al principio no lo entendí.

Pero según pasaba el día, fui asimilando el fenómeno Kurt Cobain.

Un tipo de ciento cincuenta kilos que vio mi camiseta me paró y me enseñó un tatuaje en el brazo con el símbolo de Nirvana. Cada vez que entraba en las numerosísimas tiendas de discos que tiene la ciudad y preguntaba por algo inédito tuyo, los dependientes sonreían y me pasaban a la sección “Nirvana” que tenían cómo un pequeño altar. Cada vez que alguien señalaba mi camiseta o me paraba para decirme lo buena que era tu música.

Ahí comprendí. No eres una camiseta o un monumento, eres el espíritu que ronda por la ciudad, que vaga como un fantasma por el aire que respira su gente. Eres el rumor que la gente susurra, en un idioma secreto que solo entendemos lo que te hemos amado.

Si te dijera que has calado en las nuevas generaciones y que la “vieja guardia” te sigue respetando y admirando seguramente me dirías que “te importa una mierda”, pero sé que por dentro surgiría en ti la felicidad de lograr lo que siempre has querido: Vivir para siempre, como nuestro ídolo común, ese tal Lennon que tanto nos gusta.

Has sido un juguete roto, perfecto por tus imperfecciones. Has cantado a la muerte, a la vida, a la tristeza, a la alegría. Escribiste lo que sentías y millones de personas se identificaron contigo. Aunque quizá nunca nadie te haya entendido, probablemente ni tú mismo te entendieras. Eres como un buen actor que trabaja el subtexto, cuando dice “te odio” quiere decir “te necesito”.

Cuanta falta haces ahora, en un tiempo en el que la mediocridad intelectual está en cotas impensables. Donde todo es tan políticamente correcto, donde nadie como tú se atreve a decir: “Los asesinos, violadores, maltratadores y demás calaña, no compréis nuestros discos, no vengáis a nuestros conciertos”. Cuánta falta hace una persona que vaya en contra de todo y de todos.

Eres el protagonista de un cuento del que no quiero leer el final, un final anunciado e inevitable. Pero para mí, el cuento no ha acabo, ni acabará nunca. No quiero recordar tu muerte, si no tu legado. Tu fuerza, tu rabia, estarán siempre conmigo. Te echo de menos y "te odio" por ello.


"Ven cubierto de lodo,
empapado de lejia,
como quiera que seas,
como una moda,
como un amigo,
como un viejo recuerdo,
recuerdo, recuerdo,
recuerdo"

("Come as you are")




Hasta pronto, mi querido Kurt Cobain
.